The Naturals by Jennifer Lynn Barnes

The Naturals by Jennifer Lynn Barnes

autor:Jennifer Lynn Barnes
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-05-11T21:07:03+00:00


CAPÍTULO 21

Bajé las escaleras muy despacio, intentando comprender lo que acababa de ocurrir. ¿En qué estaría pensando? Enfrentarme a Dean… El chico tenía derecho a guardar secretos. Tenía derecho a enfadarse porque Locke me hubiera mandado leer esos interrogatorios, aun sabiendo que uno de ellos era el de su padre. No tendría que haber subido allí. Tendría que haberlo dejado solo.

—¿Lia o Dean?

Levanté la mirada y me encontré a Michael de pie cerca de la puerta principal.

—¿Qué?

—Tu cara —contestó—. ¿Lia o Dean?

Me encogí de hombros.

—¿Los dos?

Michael asintió, como si mi respuesta fuera un resultado inevitable.

—¿Estás bien?

—El intérprete de emociones eres tú —contesté—. Dí­melo tú.

Se tomó aquella respuesta como una invitación a acercarse. Se detuvo a un par de pasos de mí y estudió mi rostro.

—Estás confundida. Más enfadada contigo misma que con ninguno de los dos. Sola. Cabreada. Estúpida.

—¿Estúpida? —espeté.

—Oye, yo solo digo lo que veo. —Al parecer, Michael estaba de humor para ser directo—. Te sientes estúpida. Eso no significa que lo seas.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Me senté en el último escalón y, al cabo de unos segundos, Michael se sentó a mi lado y estiró las piernas sobre el suelo de madera—. ¿Por qué fuiste lanzando comentarios medio velados sobre La mala semilla en lugar de decirme la verdad directamente?

—Pensé en decírtelo. —Michael se recostó sobre los codos. Su postura desenfadada contradecía la tensión latente de su voz—. Cada vez que os veía a los dos encorvados sobre uno de los rompecabezas de Locke pensaba en decírtelo. Pero ¿qué habrías dicho si te lo hubiera contado?

Intenté imaginarme cómo me habría sentado enterarme de lo del padre de Dean por Michael, que apenas podía intercambiar una palabra civilizada cuando se trataba de Dean.

—Exactamente. —Michael alargó un dedo para tocarme la comisura de los labios, como si ese fuera el punto exacto que le había revelado lo que me pasaba por la cabeza—. No me habrías agradecido que te lo dijera. Me habrías odiado por ello.

De un palmetazo aparté la mano de Michael de mi rostro.

—No te habría odiado.

Michael hizo un gesto hacia mi frente, pero esta vez se contuvo y no llegó a tocarme la cara.

—Tu boca dice una cosa, pero tus cejas dicen otra. —Hizo una pausa y curvó los labios, dibujando una sonrisa perezosa—. Quizá no seas consciente de ello, Colorado, pero puedes llegar a ser un poco mojigata.

Esta vez no me limité a dejar que mi rostro hablara por mí. Le pegué un manotazo en el hombro. Y fuerte.

—Vale. —Michael levantó las manos en un gesto de rendición—. No eres una mojigata. Eres honrada. —Hizo una pausa y fijó los ojos al frente—. Igual no quería anunciar que yo no lo soy.

Durante una décima de segundo, Michael dejó que esas palabras —esa confesión— pendieran en el aire.

—Además —prosiguió—, si te hubiera dicho que entre Redding y yo, la opción segura era yo, habría perdido toda mi cuidadosamente construida reputación de chico malo.

De despreciarse a sí mismo a ser sardónico en menos de dos segundos.

—Créeme —le dije a la ligera—, no tienes ninguna reputación.



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